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Uno de los principales argumentos de la banca contra las criptomonedas y la redistribución del valor que plantean los criptoactivos es que estas herramientas sin fronteras, sin autoridad central, sin control y censura son un vehículo ideal para actividades delictivas y, especialmente, para el lavado de dinero. Según voceros y representantes de distintas instituciones bancarias y financieras a nivel global los criptoactivos como Bitcoin son una herramienta ideal para este tipo de crímenes.
Sin embargo, ¿acaso no hubo un papel preeminente de la banca institucionalizada en escándalos como los reportados en Panamá Papers? ¿Por qué las reacciones tan tajantes contra este floreciente mercado? ¿Está la banca fuera del alcance de este tipo de actividades ilegales?
Sin ir más lejos, esta semana inicia con la noticia de que la Autoridad Suiza de Supervisión de los Mercados Financieros (FINMA) acusó a Rothschild Bank AG y a una de sus filiales de violar la ley contra el lavado de dinero en relación con 1MDB, un fondo de inversión soberano de Malasia, según un documento publicado por la institución el pasado viernes.
Según esto, Rothschild Bank AG y su filial Rothschild Trust AG incurrieron en una serie de fallas e ignoraron concienzudamente las señales de que los fondos podrían estar relacionados con el lavado de dinero y tomaron el dinero de todos modos. Además, ambas compañías han sido acusadas de haber informado deliberadamente tarde sobre este hecho.
FINMA descubrió que el banco y una subsidiaria que opera en el negocio fiduciario no habían aclarado adecuadamente el origen de los activos en una relación comercial significativa. Aunque hubo indicios tempranos de que este cliente podría estar involucrado en actividades de lavado de dinero, las instituciones decidieron, no obstante, entrar en la relación y en una etapa posterior ampliarla considerablemente. Dadas las inadecuadas aclaraciones realizadas, la opinión de FINMA es que las instituciones también incumplieron sus requisitos de presentación de informes. Reportaron sospechas de lavado de dinero a la Oficina de Informes de Lavado de Dinero de Suiza (MROS) solo después de una demora considerable. El banco tampoco documentó adecuadamente una serie de transacciones de alto riesgo.
500 bancos estuvieron implicados en los Panamá Papers
Escándalos de esta naturaleza han sido parte del negocio bancario constantemente. JP Morgan, Goldman Sachs, Santander, Sabadell; cada uno de estos bancos ha sido investigado por la utilización de su estructura y sus servicios institucionales para permitir la evasión de impuestos, así como el lavado de dinero.
Un caso paradigmático es el de los Panamá Papers, divulgados en 2016. De acuerdo con las investigaciones difundidas por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), más de 500 bancos registraron este tipo de compañías a través de Mossack Fonseca.
La firma de abogados panameña fundada en 1977 por Jürgen Mossack y Ramón Fonseca Mora posibilitó esta gran operación de desvío de fondos y lavado de dinero. Los servicios de la compañía incluyen la fundación y administración de sociedades offshore a cambio de una cuota anual, así como la servicios de gestión patrimonial, con un alto nivel de confidencialidad y hermetismo. Unas 214.000 empresas habrían sido ayudadas por la sociedad de abogados y el aparato financiero a nivel global a desviar fondos.
De acuerdo con los periodistas que llevaron a cabo esta investigación, lo más grave no ha sido la evasión de impuestos, sino el potencial encubrimiento de acciones delictuales y la protección de criminales, así como la regularización de fondos provenientes de actividades ilícitas. Empresas offshore han servido para el financiamiento de grupos terroristas, la evasión de sanciones internacionales, entre otros delitos.
Entre otros bancos de países como Luxemburgo, los españoles BBVA y Santander, así como varias de las filiales del banco británico HSBC permitieron la proliferación de este esquema en donde la evasión de impuestos y la “regulariación” del dinero fue el gran objetivo. Las cifras son reveladoras y, por ejemplo, filiales asociadas a HSBC registraron unas 2.300 empresas offshore de esta red.
Cabe señalar que ejecutivos y voceros de prácticamente todos los bancos nombrados hasta aquí han tenido alguna opinión o comentario negativo o disonante ante Bitcoin y los criptoactivos en general.
¿Y las criptomonedas?
Entretanto, las criptomonedas siguen abriéndose paso a pesar del prejuicio. Al ser instrumentos que funcionan por fuera del control bancario y el sistema financiero, son agentes extraños en la relación de valor y en el monopolio de su gestión por parte de los bancos del mundo.
El poder político también dice lo suyo y los Bancos Centrales del mundo ayudan a sus gobiernos a establecer mejores controles sobre la ciudadanía.
El ahorro sin permiso en países con hiperinflación y restricciones estrictas sobre la competencia monetaria es un gran caso de uso. Yo diría que el ahorro sin permiso es un buen caso de uso en casi todas partes, ya que en casi todos los países los gobiernos se vuelven cada vez más entrometidos y agresivos con respecto a nuestros ahorros (…) en caso de una nueva crisis financiera mundial, veremos que el estilo venezolano se aplica en todas partes: al final del día, todos los gobiernos viven de la extorsión.
El valor y su redistribución es un peligro para el sistema bancario ya establecido, de modo que el florecimiento de la adopción de las criptomonedas ha encontrado en la banca institucionalizada un gran enemigo.
La región suramericana es una buena muestra de este conflicto. Países como Chile, Colombia, Brasil o Venezuela han sido escenario de hostilidades de la banca contra el incipiente mercado de criptoactivos. Casas de cambio como Buda.com, Orionx, CryptoMkt, han visto cómo sus cuentas bancarias, para ejecutar intercambios de criptomonedas a monedas fiat, han sido cerradas bajo el argumento de que las actividades de intercambio de este tipo de instrumentos financieros y tecnológicos no está regulado y que podrían estar siendo utilizados para lavar dinero.
Hasta tanto no exista una adopción masiva de criptoactivos por parte de usuarios y comerciantes y una regulación que contemple los criptoactivos como medio de pago de curso legal, las casas de cambio y los propios bitcoiners se verán obligados a interactuar con instituciones bancarias.
Sin embargo, la reacción hostil y autoritaria del sector bancario sugiere que ven en este nueva distribución del valor un peligro para el monopolio de su negocio.
El conflicto de poder y la excusa criminal
La desazón, la rabia, el miedo, todas las reacciones parecen mostrar que el problema de fondo no es lavar dinero. Como hemos visto, los bancos y las monedas fiat son un vehículo ideal para la regularización de capitales si se cuenta con la infraestructura financiera necesaria y un grupo técnico de abogados y especialistas financieros. El problema es el monopolio del poder, el control social y político que garantiza protagonizar y centralizar el sistema financiero y la posibilidad de que el éxito de Bitcoin y los criptoactivos acabe con esto.
Que los criptoactivos son instrumentos del delito es un prejuicio sumamente difundido. El dinero de la darknet, el financiamiento del terrorismo, del asesinato, la compra de drogas, la pornografía infantil, todos y cada uno de estos flagelos han sido adosados como connaturales a Bitcoin y a otros criptoactivos. Anonimidad, irrastreabilidad, y privacidad han sido causas de una acusación sucesiva.
Este prejuicio ha llevado a ignorar que, en muchos casos, es posible establecer el recorrido de los fondos depositados en criptomonedas, de manera que quien utilice criptomonedas para un fin ilícito, bien puede terminar siendo rastreado, procesado y encarcelado. Usuarios no especializados en ciberseguridad, —que generalmente están tras operaciones de lavado de dinero— han sido rastreados. Por otro lado, un especialista, un hacker de alto nivel, a pesar de que podría utilizar criptoactivos, bien podría aprovechar el entramado bancario para los mismos fines delictivos.
El instrumento en sí mismo, llámese dólar o Bitcoin es independiente del uso que se le dé.
Por si fuera poco, la banca ha tratado de sacar provecho de Bitcoin experimentando de manera profusa con la Tecnología de Contabilidad Distribuida (DLT), eso sí, siempre deslindada de los criptoactivos. El elogio a la tecnología que sustenta y da sentido a los criptoactivos es desprecio y ataque frente a su irrupción como alternativa al sistema bancario o como solución financiera para la población no bancarizada bajo el nombre de Bitcoin.
La posibilidad de que cada cual pueda convertirse en su propio banco es real. Queda un camino de formación y educación largo, pero el peligro latente es percibido por la banca, de allí que sus voceros constantemente desacrediten los criptoactivos por su ductilidad para los delitos. Sin embargo, cuando es la propia banca, sus propias reglas e incluso sus propios actores los que posibilitan el crimen, el delito se individualiza y la responsabilidad recae solo en determinados sujetos y en menor medida en las instituciones. El doble rasero y la medianía moral están a la orden del día.
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