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El totalitarismo se fortalece en el terror y el control social, efecto que logra con la vigilancia.
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Bitcoin también puede vigilar a los poderosos, introduciendo nuevas formas de resistencia.
Vas caminando por la calle y una cámara de seguridad sigue cada uno de tus pasos. Las redes sociales recopilan de forma minuciosa cada gesto, comentario o compra que realizas. Aún en ciertas partes del mundo el gobierno regula cuáles películas puede ver una población y cuáles no.
No nos damos cuenta, pero nuestra actualidad está confinada al ojo del Gran Hermano, ese terrorífico personaje que creó George Orwell para su novela «1984».
No se trata de paranoia, sino de una preocupación latente que se puede convertir en terror. Vivimos en un tiempo en donde prolifera el control social y la vigilancia extrema, prácticas llevadas a cabo no solo por gobiernos de corte dictatorial, sino también por las bien llamadas democracias.
La libertad personal siempre parece estar peligrando. No obstante, también en este mismo momento histórico han nacido propuestas a favor de la individualidad y la privacidad, tales como Bitcoin.
Se puede leer en las redes y de la boca de personalidades del ecosistema que las tecnologías blockchain ayudan a resguardar los derechos humanos. Este tipo de declaraciones suenan muy bien, pero nadie termina de entender cómo lo hace. ¿Cómo Bitcoin me puede ayudar ante un régimen que me controla y me vigila constantemente?
En este artículo me gustaría dar una respuesta concreta a esta pregunta, pues me parece que las abstracciones no ayudan al momento de enfrentarse a un Estado todo poderoso. Para entender a Bitcoin como una herramienta a favor de la libertad también hay que reconocer al totalitarismo y sus prácticas afines. Empezaremos por allí.
Todo lo sabe el Estado
Hace 70 años atrás el escritor británico, George Orwell, publicó una de las novelas distópicas más famosas de nuestro tiempo. «1984» narra la historia de un país gris, derrotado y en guerra, el cual es dominado por un Estado todo poderoso basado en la mentira, el terror y la vigilancia. Winston Smith, su protagonista, es un empleado de ministerio que va desentrañando la maquinaria gubernamental que modifica día y noche la historia.
Las noticias y los documentos oficiales son constantemente manipulados, cambiados o eliminados a conveniencia del Estado, con el objetivo de crear una matriz de opinión favorecedora. De esta manera, el gobierno puede modificar la realidad a su conveniencia. Smith también se va adentrando en la figura del Gran Hermano y su capacidad de controlar a las masas, describiéndonos a ese líder omnisciente que todo lo sabe y todo lo escucha.
Estos elementos van tejiendo una historia de terror, la cual sirve a Orwell para desenmascarar el rostro más cruel del totalitarismo. «1984» es una novela hecha a la medida de Hitler, Mussolini, Franco e incluso Stalin; algunos de los mandatarios de gobiernos propiamente totalitarios. Se trata de regímenes políticos en donde la libertad está seriamente restringida, mientras el poder se concentra únicamente en el Estado.
Uno de los principios ideológicos del totalitarismo es suponer que no existe la persona, como elemento individual. El Estado se encarga de negar en reiteradas ocasiones el derecho a pensar y actuar como individuo, buscando convertir a las clases sociales en una masa uniforme y controlable. El estado totalitario consigue anular la individualidad gracias a la propaganda, el miedo, la represión y la constante vigilancia.
Aunque pareciera que el fascismo y las dictaduras del proletariado son cosas del ayer, la realidad es que todavía existen gobiernos de corte totalitario en nuestra actualidad. Por ejemplo, el gobierno de Kim Jong-un, en Corea del Norte, todavía elige qué películas, ropa o corte de cabello puede tener su población. Aquel que se salga de las normas establecidas por el régimen puede enfrentarse a varios años de cárcel o incluso la muerte.
No existe la privacidad
Pero no se necesita conocer al Gran Hermano de Kim Jong-un para vivir en carne propia los estragos del totalitarismo. Hoy en día muchos gobiernos utilizan prácticas totalitarias «light» para mantener a su población contenta, pero controlada.
El gobierno de China no es propiamente totalitario, pero sí policial. Los ciudadanos gozan de oportunidades y derechos individuales. No obstante, la policía nacional puede tener acceso a información publicada en Internet, cámaras de seguridad e incluso datos personales de cualquiera de sus habitantes. El Estado que todo lo ve y todo lo sabe está allí, latente.
¿Si no hay privacidad realmente hay individuo? O peor aún… ¿Si no hay privacidad realmente se puede confiar en el respeto de los derechos humanos? La libertad parece un bien muy frágil cuando el gobierno está constantemente vigilando cada uno de los pasos que das. ¿Quién puede certificar que la información recopilada por el Estado no puede ser utilizada en detrimento de ciertos individuos incómodos? Edward Snowden y Julian Assange son dos ejemplos de cómo el derecho a la libertad es quebradizo.
La confianza es un don carente en la sociedad de hoy. No por la falta de confianza en sí, sino por la pérdida de credibilidad y honestidad de las figuras de poder. Los individuos han dejado de confiar en los gobiernos, las autoridades o los medios de comunicación, a sabiendas de que la verdad siempre puede ser modificada. La transparencia, la verificación, la privacidad y la descentralización se han convertido en los bienes más preciados, principios que también conforman el ideal de Bitcoin.
Se trata de una lucha por la privacidad y el resguardo de los derechos humanos. Bitcoin fue creado por Satoshi Nakamoto (o quién sea) para brindar mayor privacidad en Internet y los sistemas de pago, así como hoy en día los manifestantes en Hong Kong rompen cámaras de reconocimiento facial alegando que el Estado los vigila. Ambos reclamos tienen un enemigo en común: hemos perdido la autonomía de nuestra vida privada, pero podemos recuperarla.
La ciencia ficción en presente. Manifestantes de Hong Kong usan lásers para evitar el reconocimiento facial de las autoridades chinas. pic.twitter.com/3hDDgQdjCx
— Alejo Schapire⚡️ (@aschapire) July 31, 2019
Bitcoin también te observa
La información es poder y, debido a esto, la privacidad es nuestro mayor aliado. No dar nuestros datos a terceros poderosos es una de las estrategias más inteligentes para no exponernos.
El uso de criptomonedas como Bitcoin, Monero o Zcash es de por sí una práctica que puede ayudarnos a contrarrestar la vigilancia estatal en países democráticos. Mientras más personas utilicen mecanismos para aumentar la privacidad de las transacciones o la información que comparten, resultará más difícil saber quién compartió un dato y quién no.
Aunque el uso de Bitcoin como moneda puede cambiar las reglas del juego en las democracias del mundo, considero que al momento de hablar de países propiamente totalitarios o dictaduras las cosas se complican. Creo que muchas personas que proponen, de forma abstracta, a Bitcoin como un arma de resistencia no han vivido en regímenes que restringen los derechos humanos y la libertad.
Las dictaduras no se mantienen gracias a una fuerza divina o una carisma irreprochable, tampoco vigilan tu vida para saber si estás cumpliendo o no la ley. El Gran Hermano te observa para saber si estás en contra de él, para saber si tiene que exiliarte, acosarte, torturarte o matarte. Las dictaduras se instauran en el miedo, las lágrimas, la apatía y la muerte. Seamos sinceros, Bitcoin no puede contra un militar que te apunta a la cabeza o contra un juez que te sentencia injustamente.
Entonces, ¿qué puede hacer Bitcoin? ¿Es una herramienta inútil ante los gobiernos totalitarios? No, la verdad Bitcoin posee margen de acción en países con coyunturas complejas, como Corea del Norte, Cuba o Venezuela. Pero a veces la resistencia no es tan épica como la imaginamos.
A veces resistir tiene que ver más bien con mantener una memoria colectiva o alimentar un espíritu que no da paso al olvido. Por ejemplo, novelas distópicas como «1984» o «Fahrenheit 451», de Ray Bradbury, nos enseñan que la historia y la memoria individual son las armas más importantes para evitar las injusticias y el lavado cerebral.
Andreas Antonopoulos recientemente habló en una entrevista sobre este tema, asegurando que la verdadera fuerza de Bitcoin estaba en su registro inmutable y público. No es solo la privacidad la que nos permite salvaguardar nuestros derechos humanos, sino esa memoria de Bitcoin que jamás olvida y que también puede vigilar.
Las cadenas de bloques te dan algo realmente importante, que es la inmutabilidad. Entonces, por ejemplo, el próximo conjunto de filtraciones de documentos de Panamá se incrustan en la blockchain para que no se puedan borrar de la historia. Puede hacer lo mismo con otras tecnologías de vigilancia. Si desea crear una situación en la que la sociedad avance hacia la protección de la privacidad y la fortalezca, lo que debe hacer es despojar a las personas poderosas de la sociedad de su privacidad y de repente les importa.
Andreas Antonopoulos.
Un registro en Bitcoin con la lista de nombres y apellidos de todas las personas que violan derechos humanos en un país, puede ser una promesa de justicia el día de mañana.
El almacenamiento de pruebas de corrupción, datos personales o evidencia de crímenes en plataformas como Sia puede asegurar el cierre de un caso de lesa humanidad. Bitcoin puede despojar a los poderosos de esa capacidad de alterar la historia, algo que tanto amaba el Gran Hermano de Orwell, mientras le pone la lupa al Estado.
Si nadie está dispuesto a respetar la privacidad individual, entonces todos estamos bajo el escrutinio de Bitcoin. Una jugada que permite que cada individuo tenga poder y lo utilice para resistir ante el totalitarismo.
Descargo de responsabilidad: los puntos de vista y opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no necesariamente reflejan aquellas de CriptoNoticias.