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El gobierno busca mantenerse a flote captando los criptoactivos de los ciudadanos.
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Los ciudadanos que utilizan su plataforma reciben exclusivamente dinero fiduciario.
Hace al menos un año el gobierno de Caribia decidió que las criptomonedas debían ser seriamente controladas. Desde entonces, las operaciones con cualquier criptomoneda, según dicen, deben ser monitoreadas por la Oficina Central…
La Oficina es un ente gubernamental que recibe «todas» las criptomonedas que se movilizan en Caribia, cobrando un porcentaje de lo recibido y liberando los fondos exclusivamente en dinero fiduciario. Además del absurdo de apropiarse de los criptoactivos, el gobierno liquida los depósitos a una tasa sumamente baja de un dinero que, de por sí, vale poco.
El control es férreo y se ha establecido a base de castigos. Multas de hasta 40 BTC e incluso la amenaza de caer encarcelado han fortalecido el aparente dominio del gobierno, a través de la Oficina Central. En el organismo trabajan cientos de informáticos y hackers, dedicados exclusivamente a monitorear los movimientos de las distintas blockchains, tratando de rastrear aquellas operaciones provenientes de mi país. A veces lo logran, pero, otras veces (muchas veces), nosotros nos imponemos.
Por eso digo «todas», porque no siempre el gobierno logra poner sus manos en nuestros bolsillos. Y muchos usuarios se han convertido en especialistas preservando su privacidad, obligados por las medidas autoritarias que ha intentado el gobierno. Mientras menos libertad, mayores potencialidades revela Bitcoin.
Oficina Central
La Oficina Central es la antítesis de Bitcoin. Se trata de un edificio de unos 20 pisos, completamente cubierto de espejos. En su interior se encuentran cientos de oficinas con cientos de empleados dedicados exclusivamente a la liquidación de criptomonedas, al seguimiento de transacciones y al espionaje de personas de alto interés, principalmente políticos y empresarios bajo la sospecha de utilizar criptomonedas por fuera de su estructura financiera.
A pesar de que la oficina recibe pagos de todo el mundo y libera los recursos a cientos de miles de personas, toda su información se maneja en este edificio de espejos, lleno de servidores y nodos, fuertemente custodiado, pero que, finalmente, representa un punto de falla crítico para su «sistema». Ellos verdaderamente no entienden la tecnología.
Hay personas presas y hay denuncias de torturas contra grandes tenedores de criptoactivos. Sin embargo, la realidad es que la Oficina Central no ha podido extender su control más allá del manejo y censura de algunas de las remesas que se reciben en Caribia, así como de operaciones con criptoactivos que se realizan a lo interno del Estado.
La oficina es como una suerte de Banco Central, que imprime más billetes (casi nunca respaldados) mientras retiene cada vez más criptomonedas, pero no posee los medios para censurar completamente todas las operaciones con criptomonedas.
Los que caen en sus redes son los usuarios más descuidados, pero es posible utilizar criptoactivos burlando su cerco. Y no es tan complejo.
Su labor de control más importante es depreciar discrecionalmente el valor real que reciben y pueden manejar los ciudadanos, para extender el dominio del gobierno a las finanzas privadas.
Y lo hacen con alevosía. En este caso, la apropiación de las criptomonedas constituye una decisión política, pues la posibilidad de manejarse por fuera del sistema financiero que ellos controlan podría ser contraproducente para su perpetuidad en el poder. La Oficina es el brazo ejecutor de este plan.
Hola, ¿tienes pasteles?
A pesar de que la situación es álgida, el control es sumamente ineficiente. Es absurdo.
¿Cómo controlar una tecnología nacida para vulnerar el control? Creado para sobrevivir los escenarios más adversos y brindar una herramienta eficaz, Bitcoin aún sigue siendo parte de nuestra cotidianidad. Un caso sumamente significativo es el de las remesas.
La idea del gobierno es que la Oficina Central reciba todos los depósitos y liquide a una tasa conveniente para la economía del Estado, dándole a quienes reciben sus remesas a través de esta plataforma, menos cantidad de nuestra depreciada moneda que la que podrían obtener de manera independiente.
El ente cuenta con una página web (más bien poco funcional) que provee direcciones de criptoactivos para recibir los depósitos, en la que el usuario debe registrar un número de cuenta bancario para recibir el dinero fiduciario. En ningún caso la oficina reenvía criptomonedas.
Sin embargo, ¿qué pasa con aquellos que quieren conservar sus criptomonedas y prefieren negociarlas con otros usuarios? La persecución es fuerte, pero no pueden tener éxito, tendrían que censurar completamente el Internet, dando un paso definitivo en su carácter autoritario que, al parecer, temen dar. Por ahora.
Así, a través de VPN, proxys, cambios de DNS o simplemente con un lenguaje clave, los usuarios de criptomonedas de Caribia se han acostumbrado a burlar la injusta ley a diario. Hemos aprendido a utilizar bitcoin como dinero en efectivo, cambiando bitcoins de manera anónima entre nosotros. Es inevitable.
«Hola, ¿tienes pasteles?» es una pregunta que, fuera de nuestro contexto, se reduce a la comida.
Sin embargo, y dado el interés del gobierno en nuestros criptobolsillos, se ha convertido en una clave entre bitcoiners y criptoentusiastas. Esta suerte de saludo entre cómplices es un homenaje a los «panqueques» de los chinos, quienes también viven un cerco similar y aún siguen utilizando la tecnología.
Así, y tomando las medidas necesarias para realizar pagos fungibles, algunos negocian bienes y servicios fuera del sistema monetario del gobierno en un acto de rebeldía que busca mermar la captación de capital que los mantiene a flote y que los llevó a la creación de la Oficina Central, ese absurdo edificio por el que circulan «todas» las criptomonedas que se tranzan en el país. Ilusos.
Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.
Imagen destacada por Markus Spiske temporausch.com de Pexels
Descargo de responsabilidad: Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se usan en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.