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Existe un juego didáctico para niños utilizado para estimular su capacidad de reconocimiento visual y coordinación motriz. El juego consta de figuras de madera, generalmente geométricas, y un molde en que las figuras deben encajarse. La idea es que el niño conozca el círculo, el cuadrado, el triángulo, distinga entre cada uno de ellos, y reconozca el espacio que les corresponde individualmente en el molde para insertarlos en su lugar.
Este juego podrá parecer banal para un adulto. Pero la verdad es que, ya crecidos, debemos seguir reconociendo formas para colocarlas en su lugar correspondiente. Sí, son formas más complejas. A veces no son formas visibles. Pueden ser formas conceptuales, formas digitales. Quizás ya no nos ponemos los zapatos en las manos ni los pantalones en los brazos, pero sí persistimos en insertar tecnologías en regulaciones que no se les ajustan, que no les son justas.
Así sucede en la actualidad con las criptomonedas, con blockchain y con todas las aplicaciones que se derivan de su existencia (la mayoría aún desconocidas). Estas tecnologías parecen ser un nuevo tipo de poliedro –quizás hasta un polícoro o un politopo- para el que aún no existen moldes normativos donde encajen.
El uso indebido que se le ha dado en diversas ocasiones a este novedoso poliedro ha encendido alarmas en los gobiernos del mundo, quienes sienten la premura de regular cuanto antes. Sin embargo, muchos legisladores sienten renuencia a manufacturar nuevos moldes. En diversas ocasiones han olvidado la necesidad de observar con lucidez la geometría, y han comenzado a forzar esta pieza inédita en el molde del círculo, del cuadrado, del triángulo.
Así ha ocurrido, por ejemplo, en Estados Unidos. Desde 2015, Bitcoin perfila como commodity o mercancía bajo los estatutos de la Comisión de Comercio en Futuros sobre Mercancías (CFTC), si bien el presidente de dicha organización estableció recientemente que la criptomoneda presenta características de todo tipo de activo. Y desde julio de 2017, la gran parte de los tokens creados en Ofertas Iniciales de Monedas (ICO) son asumidos como valores por la Comisión de Valores y Bolsa (SEC).
Ambos conceptos, valor y mercancía, preceden por décadas a los nuevos instrumentos financieros que pretenden encasillar como una especie dentro de estos géneros más amplios. Ahora, la SEC se encuentra repensando si no solo los nuevos tokens a ser lanzados en una ICO califican como valores, sino también criptomonedas ya con años en circulación –como Ethereum y Ripple– podrían caer dentro de este mismo saco, y deberían responder ante las autoridades por haber realizado ventas de valores ilegales en su momento.
¿Qué entiende la SEC por valor? En el Acta de Valores de 1933 –legislación que rige este ámbito de la economía estadounidense desde hace casi un siglo– más que una definición de valor, se enlista una serie de instrumentos financieros que han sido calificados como “valores” por la misma ley. Con todo, pueden entreverse ciertos elementos comunes presentes en estos instrumentos. La realización de un compromiso contractual entre dos partes –un inversionista y un emisor– durante una determinada extensión temporal y con expectativas de ganancia futura, resultan de estos elementos. No obstante, la definición sigue siendo amplia para determinar la calidad de un instrumento financiero como “valor”.
En el pasado, la SEC ya tuvo que hacer frente a la dificultad de decidir si determinada oferta comercial correspondía a un valor. Así sucedió en el caso SEC v. Howey Co. de 1946. A grandes rasgos, esta fue una hacienda de cultivo de cítricos en Florida que, a cambio de financiamiento para cultivar, ofreció arrendar la mitad de sus tierras. Los compradores cedieron el dinero con la expectativa de que el cultivo de las tierras por Howey Co. les traería ganancias en el futuro, pudiendo recaer así en la categoría de contrato de inversión.
Un contrato de inversión implicó desde entonces aquellas relaciones en que “una persona invierte su dinero en una empresa común y es llevado a esperar ganancias exclusivamente por los esfuerzos de un promotor o una tercera parte”. Así se estableció la Prueba de Howey. En ese sentido, sería sumamente forzado querer encajar a Ethereum o a cualquier criptomoneda dentro de este molde o definición precisamente por la propiedad esencial de este tipo de tecnología: la distribución.
Si bien para el momento en que se realizó la ICO de Ethereum en el 2014 los ingresos fueron manejados por la Fundación Ethereum y el desarrollo de la plataforma fue principalmente adelantado por la Fundación, el estado de la red en la actualidad difiere mucho de aquel entonces. No hay ningún organismo centralizado o tercera parte esforzándose de manera exclusiva para impulsar la plataforma y en la que los inversionistas dependan para esperar ganancias.
El avance de Ethereum va de la mano de la colaboración de miles de desarrolladores que crean aplicaciones y soluciones para esta blockchain. A partir de estos desarrollos es que aumenta el valor del ether. El ether, además, es un útil que sirve para pagar a los mineros que mantienen la seguridad de la red, no un mero instrumento especulativo. Asimismo, el ether en sí mismo es un método de pago y un medio de intercambio para cualquier persona, tal como lo es bitcoin, clasificado como mercancía por la CFTC.
Más aún, Ethereum es una plataforma que, con sus contratos inteligentes, posibilita la realización de otras ICO, habiendo sido esta su primera aplicación masiva. Y las monedas resultantes de tales ICO seguirán dependiendo de la blockchain de Ethereum para poder funcionar, a pesar de tener su propia utilidad específica. De nuevo, para mantener esa red en que trabajan dichos tokens, se requieren ethers para pagar a los mineros.
Las múltiples posibilidades de Ethereum lo hacen un instrumento demasiado irregular para caer en la definición tradicional de valor. Ethereum un nuevo poliedro, imposible de encajar en los moldes geométricos previamente conocidos. Si se intenta encajar a la fuerza una pieza en un espacio que no le corresponde, lo más probable es que, o se rompa la pieza, o se rompa el molde.
Esto no sucede exclusivamente con Ethereum. La esencia distribuida y descentralizada de la gran mayoría de los proyectos de criptomonedas los hacen incompatibles con las regulaciones tradicionales, acostumbradas en su mayoría a relaciones contractuales centralizadas y bipartitas, entre inversionista y emisor. Si bien en un primer momento puede que haya un equipo de desarrolladores encargado de buscar el financiamiento inicial para desarrollar la plataforma, lo más probable es que, si la propuesta tiene potencial, una comunidad de usuarios descentralizada termine siendo la encargada de explotar las cualidades inherentes a la idea y se convierta en un proyecto distribuido.
Sí, cada día nuevas estafas y actos ilegales demuestran la necesidad de regular este naciente ámbito de la economía en todo el mundo. Además, muchos actores más conservadores esperan por normas claras para sumarse a este floreciente sector tecnológico. Sin embargo, las regulaciones deben adecuarse a las características propias de esta tecnología. Regulaciones inadecuadas limitarán las posibilidades de blockchain o, en el mejor de los casos, creará un éxodo de empresas de fuera de los países que trunquen el avance tecnológico.
Las blockchains son organismos vivos, abiertas siempre a nuevas mutaciones por su interacción con una comunidad de agentes externos pero íntimamente involucrados. Este dinamismo distribuido las hace siempre mutables. Lo que es hoy una blockchain, seguramente será distinto en cinco años. Definir sus limites con demasiada estrechez, sin atender a sus particularidades y posibilidades, es negar su movimiento. Y negar su movimiento es negar su naturaleza.
Hay que rediseñar los moldes para poder acoger los nuevos poliedros. Hay que crear regulaciones adecuadas para poder proteger a los inversionistas al tiempo que se permita la innovación. Es necesario que los reguladores estudien a profundidad estas tecnologías, que trabajen de la mano con los expertos para redactar las normativas más adecuadas. Blockchain supone una revolución fundamental de la sociedad. Si se regula de manera adecuada, hasta la misma forma de los moldes podría cambiar.
Imagen destacada por Antonio Nardelli / stock.adobe.com