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Se busca que el ciudadano conserve en todo momento el control sobre su voto.
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Las DAO presentan una alternativa para la toma de decisiones por consenso.
En el artículo anterior se habló sobre la democracia líquida y se cerró con la siguiente pregunta: ¿Bitcoin es compatibles con las elecciones? La respuesta se puede responder al analizar las características del voto.
En una democracia representativa el voto de los ciudadanos es universal, directo y secreto. Estas características del voto deberían conservarse si se desea utilizar Bitcoin en elecciones.
Una blockchain como la de Bitcoin es universal en tanto que cualquier participante puede ser parte de ella sin posibilidad de censuras. Esto supondría un problema porque le permitiría sufragar a los menores de edad.
El sistema propuesto debe garantizar el voto directo, es decir, que el ciudadano ejerza su voluntad sin necesidad de un intermediario. Bitcoin permite a personas de todo el mundo intercambiar recursos de forma remota sin intermediarios. Que el voto se pueda realizar de manera remota es el problema, porque nadie puede garantizar que no se ejerció la fuerza sobre otra persona para manipular su voluntad política.
Por último, tenemos el secreto del voto. La característica más vulnerable de la tripleta, si se piensa en un sistema en donde el ejercicio del voto quede registrado en una blockchain, como actualmente queda registrada una transacción en Bitcoin.
A nivel de transparencia, tener la certeza de que un voto no fue modificado luego de emitido es ideal. Sin embargo, Bitcoin asocia las transacciones con direcciones seudónimas, y son estas direcciones las que empresas como Chainalysis utilizan para descubrir la identidad de las personas en la red Bitcoin y, por lo tanto, detrás de un posible voto.
Se tiene entonces que Bitcoin, que es la blockchain más robusta de todas, no es capaz de preservar las tres propiedades principales del voto. Pero, además, a este escenario se le suma otra vulnerabilidad. La posibilidad de sufrir un Ataque Sybil, el cual ocurre cuando un sistema distribuido es corrompido por una entidad que controla distintas identidades en la red, lo que destruiría el principio de un elector un voto.
Sorprendentemente, muchas personas descartan el uso de Bitcoin en votaciones no por las razones que se han expuesto hasta ahora, sino porque »los gobiernos no lo permitirían» . Comentario decepcionante, considerando que precisamente Bitcoin se estableció como una alternativa al sistema bancario tradicional sin pedirle permiso a los bancos.
Se tiene que dar una solución a estos problemas, quizás desarrollando una tecnología adecuada a este propósito, porque hacerlo abriría las puertas a escenarios en dónde los ciudadanos puedan retomar el control si sus autoridades han perdido el rumbo.
Escenarios Posibles
Definir qué entidad o cuál mecanismo se utilizará para asignar una «identidad electoral única» a cada ciudadano es el primer reto que hay que resolver. Entusiastas de la democracia líquida buscaron inspiración en las DAO, organizaciones autónomas descentralizadas.
Una DAO es una organización cuyas reglas están programadas en un contrato inteligente. En el contrato se indican las condiciones para ingresar a la organización y la manera en que se toman las decisiones y se alcanza el consenso dentro de ella -generalmente, por medio de votaciones de los miembros.
Usualmente, convertirse en miembro de una DAO se logra luego de invertir en tokens de la organización. La cantidad de tokens determina el poder de votación de cada usuario y se van gastando con cada nueva votación en que el usuario decida participar.
En un caso real, este «poder de votación», que en las DAO es representando por los tokens, también debería gastarse, pero sólo para garantizar que no haya doble votación. Esencialmente porque es necesario evitar que una persona pueda inyectar de votos falsos en un proceso electoral.
Hacer que el voto sea un activo en vez de un derecho puede ser una manera novedosa de motivar la participación ciudadana. No obstante, no es el objetivo principal de quienes creen en la democracia líquida.
La característica que se desea resaltar e implementar es la propiedad del ciudadano sobre su voto, es decir, que la persona siempre tenga control de qué se puede hacer con él y en cuales propuestas decide entregarlo.
Al poder votar por propuestas en vez de por personas los ciudadanos podrían verse más interesados en participar en la toma de decisiones que afectan su vida diaria, sabiendo que no tiene que elegir entre opciones binarias, sino que pueden adaptar su votación a algo que se ajuste a los matices de la visión que tiene sobre su vida y su entorno.
Y a pesar de esto, la democracia líquida no le quita al ciudadano la capacidad de otorgar su confianza y voluntad en alguien más. Tampoco significa que el ciudadano promedio deba participar en todas las pequeñas votaciones que se llevan a cabo en un parlamento.
El ciudadano está en la posibilidad de delegar su poder de voto en un representante, pero esta vez el representante sabe que este apoyo puede ser retirado cuando el ciudadano lo desee. Generando un mecanismo de control ante parlamentos o autoridades que ponen las leyes al servicio de líderes autoritarios.
Hay otra buena noticia: no hace falta cambiar todo el sistema electoral de un país para poder ver los beneficios de este sistema. Se puede ir implementando por medio de pequeños cambios en la manera en que los ciudadanos interactúan con sus funcionarios. Por ejemplo, al tener diputados que utilicen plataformas como Democracy.space para votar en el congreso.
UN REPASO AL PASADO
La democracia representativa es el sistema de gobierno que siguen la mayoría de las democracias occidentales actualmente. Este sistema se instauró progresivamente a partir de la Revolución Estadounidense y desde entonces se ha mantenido funcionando con pocos cambios.
Un sistema que se mantenga sin cambios por siglos es un sistema digno de estudio y de análisis. La relativa estabilidad que la democracia le permitió a Occidente producir conocimiento y tecnología que han cambiado la forma de relacionarse en el mundo, como, por ejemplo, el internet.
El internet dio paso a la 4ta revolución industrial, reestructurando la manera en que la humanidad se relacionaba con la mayoría de los sistemas que había creado. En 2008 surgió el Bitcoin, y con él una alternativa a la centralización de la emisión de monedas fiduciarias por parte de los bancos centrales, lo cual cambió el sistema financiero desde entonces y para siempre.
Tener una mejor democracia que la conocida no será algo sencillo ni aplicable en todos los casos. Al fin y al cabo, las naciones suelen necesitar de líderes que tomen las decisiones ejecutivas de manera expedita. Sin embargo, poder tener una mejor representación en una institución del Estado como el parlamento, puede ayudar a que las personas sean más conscientes en cómo las leyes afectan su día a día.
Algunas personas plantean que la democracia líquida podría significar el surgimiento de partidos alternativos a los tradicionales. Se trataría de partidos «herramienta» cuya única función sería la de consultar a sus votantes sobre cada una de las decisiones que deban tomarse en el parlamento y ejecutar lo que ellos decidan.
De entrada, esto podría parecer inaplicable, sin embargo, no sería la primera vez que las ideas inesperadas ganan tracción en un entorno cambiante. Redes como Twitter y Facebook pasaron a ser medios de comunicación oficiales para los presidentes. Plataformas de Crowdfunding como Kickstarter recaudaron millones de dólares para proyectos; Bitcoin, un código criptográfico, pasó de no valer nada a cotizarse en más de 12 mil dólares hace pocos días.
Un cambio en la mentalidad, las tecnologías y las acciones descentralizadas de las personas alrededor del mundo han permitido cambios en muchos de los sistemas que antes se consideraban como inmutables. Quizás sea momento de empezar a pensar si hay mejores versiones de la democracia que nos permitan guiar nuestro futuro a un mejor camino.