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Entre todas las variantes del anarquismo, el antiautoritarismo es el elemento de unión.
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Bitcoin nace en un contexto criptoanarquista, buscando socavar el poder de bancos y gobiernos.
Dar una definición de anarquismo siempre ha sido problemático. El movimiento ácrata ha actuado y predicado de manera heterogénea y a veces hasta contradictoria a lo largo de la historia. Quizás sea este mismo carácter móvil –el de mutar a través del tiempo- el que hace al anarquismo tan resistente a las definiciones, tan reacio a los límites. Lo cierto es que, en la multiplicidad de rostros que ha tomado, el anarquismo ha persistido en valores fundantes que amalgaman y dan sentido a todo pensamiento libertario: antiautoritarismo y libertad. Hoy estos valores toman el rostro de Internet, blockchain y criptoanarquismo, como el movimiento anarquista de mayor repercusión en la historia.
Si bien con rigor no puede hablarse de anarquismo antes del nacimiento intelectual de Pierre Joseph Proudhon, muchas ideas libertarias germinaron en distintas sociedades humanas a lo largo de la historia y en todas las latitudes del globo. Desde la reacción naturalista de Lao-Tsé al legalismo totalizante del confucianismo chino del VII a.c; pasando por Diógenes de Sínope y su mofa al poder de Alejandro Magno; los primeros ermitaños cristianos –principalmente Carpócrates- y las ekklesias de bienes comunes; hasta llegar a la crítica de igualitarismo a los parlamentarios ingleses por parte de William Godwin a finales del XVIII; toda la prehistoria del anarquismo nos parece señalar que el sentir ácrata, ese espíritu de rebelión ante los poderes establecidos forma parte de algo esencialmente humano y, por tanto, suprahistórico.
Este algo esencialmente humano del anarquismo es la libertad. Todos los mencionados pensadores han tenido en común el afán de acabar con el ejercicio autoritario del poder para dar paso a formas de convivencia más libres. En el seno del anarquismo ha habido siempre una dialéctica entre Tánatos y Eros, entre destrucción y creación, que tiene como única síntesis la libertad.
Claro que la historia nos demuestra que los objetivos de estos movimientos de disolución Estatal y de irrupción en las relaciones verticales de mando y obediencia, no han sido logrados sino en brevísimos lapsos de tiempo. Muchas son las causas que podrían esgrimirse para justificar por qué ha sucedido así: desde el ejercicio de la fuerza por parte de los organismos represores del Estado, hasta la dificultad del ejercicio de autogobierno en las numerosas sociedades humanas. Lo cierto es que esta aparente imposibilidad ha decantado en que el anarquismo quedara relegado despreciativamente al ámbito de las utopías, un espacio semántico que sin duda ha derivado en repetidos equívocos.
El debate etimológico respecto a la proveniencia de la palabra utopía ha oscilado entre aquellos que la rastrean hasta el griego οὐ–τόπος –donde el prefijo οὐ implica negación y la raíz topos sugiere lugar, es decir no-lugar- y εὖ–τόπος, que traduciría buen lugar. Así, una síntesis de ambas acepciones daría como resultado un buen no-lugar, un ideal ético de sociedad imaginado que se proyecta como deseable para la humanidad por su bondad.
Desde finales del siglo XX y más aún en nuestros días, el buen no-lugar del anarquismo –dentro de su dinamismo permanente que lo hace mutar a través del tiempo para proteger la bandera de la libertad- ha encontrado espacio más allá de lo tangible, siendo consecuente con su carácter utópico y con su voluntad titánica que desborda cualquier tipo de límite o definición. Este espacio es Internet, eu-topos que escapa a las fronteras nacionales, que permite eludir los aparatos de control Estatal (si bien también facilita su actividad como sucede en las redes sociales) y, en unos casos más que otros, posibilita la organización y resistencia al poder. Y quienes se han dado a la tarea de difundir las posibilidades de resistencia al autoritarismo en Internet se dieron el nombre de criptoanarquistas.
El término criptoanarquismo fue acuñado por el ingeniero electrónico y activista criptográfico Timothy May en 1988 en el llamado Manifiesto Criptoanarquista, donde expresa sus ideas de rebelión a través de las herramientas provistas por Internet y la criptografía. En dicho manifiesto puede leerse:
Así como la tecnología de impresión alteró y redujó el poder de los gremios medievales y la estructura de poder social, así también los métodos criptológicos alterarán fundamentalmente la naturaleza de las corporaciones y la interferencia gubernamental en las transacciones económicas. Combinado con los emergentes mercados de información, el criptoanarquismo creará mercados líquidos para cualquier material que pueda ser puesto en palabras e imágenes. Y justo como cualquier aparente invención menor como el alambre de púas hizo posible cercar vastas haciendas y granjas, alterando para siempre los conceptos de tierra y derechos en la frontera oeste, así también el aparente descubrimiento menor de una rama arcana de las matemáticas viene a ser el cortador de alambres que desmantelará el alambre de púas alrededor de la propiedad intelectual.
¡Levántense! No tienen nada que perder excepto sus cercas de alambres de púas.
Timothy May
Manifiesto Criptoanarquista
El Manifiesto Criptoanarquista, en conjunto con la lista de correos de los cypherpunks, sentó las bases para el desarrollo ulterior de la tecnología blockchain y las criptomonedas. Fue desde esos predios que personajes tan importantes como Wei Dai y Hal Finney –el creador del primer experimento de dinero digital y el receptor del Libro Blanco de Bitcoin, respectivamente, dieron sus aportes a la construcción de una sociedad más libre y un ciberespacio más descentralizado.
Es precisamente desde esta comunidad que nacen Bitcoin, las criptomonedas y, en consecuencia, la tecnología blockchain. Entre los elementos que definen al criptoanarquismo, May enumera: encriptación, dinero digital, redes anónimas, pseudónimos digitales, conocimiento cero (zero knowledge, prueba de anonimato actualmente utilizado en criptomonedas como Zcash), reputaciones, mercados de información, mercados negros, colapso de gobiernos. Todo esto ya pululaba Internet en 1988. 21 años después, Satoshi Nakamoto abre el camino para concretar estas propuestas con el minado del bloque génesis de Bitcoin.
En el Cyphernomicon, otro de los textos escritos por May para la lista de correo electrónico de cypherpunks, profundiza en sus ideas sobre el criptoanarquismo y las posibilidades de alcance del movimiento:
Algunos de nosotros creemos que varias formas de fuerte criptografía harán que el poder de los estados decline, quizás incluso colapse abruptamente. Creemos que la expansión en el ciberespacio, con comunicaciones seguras, dinero digital, anonimato y pseudonimato, y otras interacciones mediadas por la criptografía, cambiarán profundamente la naturaleza de la economía y las interacciones sociales.
Timothy May
Manifiesto Criptoanarquista
Hoy en día, casi 30 años después de su publicación, las palabras de May suenan casi proféticas. Si bien desde el lanzamiento de Bitcoin en el 2009 –cuya principal diana de ataque fueron los bancos- el rumbo que ha tomado la comunidad se ha desviado en cierta medida de los valores originales de esta tecnología, ya hoy somos testigos de la inevitabilidad del cambio que introducen las criptomonedas y la tecnología blockchain a la economía y las interacciones sociales. Nakamoto y May ahora se inscriben entre esa estirpe de pensadores que dedicaron sus esfuerzos a acabar con el ejercicio autoritario del poder para dar paso a sociedades más libres.
Las criptomonedas le devolvieron a los individuos la posibilidad de emitir su propio dinero de manera libre y desintermediada. De ser sabiamente implementada, la tecnología blockchain, en su amplitud de posibilidades, podría no solo limitar el poder del Estado, sino volverlo obsoleto. Muchas veces se subestima el verdadero potencial de una red descentralizada de intercambios entre iguales.
Con todo, aún es incierto cuál será el impacto final que tendrá esta tecnología en la sociedad. Bancos y gobiernos del mundo resisten a su sustitución mediante la adopción de blockchain para sus procesos internos, y hasta hay países que han decidido lanzar sus propias criptomonedas Estatales en un esfuerzo por mantener el control sobre la emisión de dinero y las decisiones inflacionarias.
A pesar de esta incertidumbre, es indudable la importancia que tiene y tendrá el criptoanarquismo como manifestación de la multiplicidad de rostros del movimiento ácrata en la historia. La creación de las criptomonedas y blockchain es el impacto más importante que ningún movimiento libertario ha tenido en el mundo, tanto en términos de profundidad como de alcance. Y si bien puede que el sentido ético-político originario de blockchain y las criptomonedas se vaya olvidando en la medida que la tecnología se masifique, siempre será oportuno contar con recordatorios de dónde hunde realmente raíces esta tecnología.